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"En cuanto podía ayudar, ayudaba en todo lo posible"

El antiguo alumno Borja Retana narra su experiencia irlandesa aprendiendo inglés y montando puestos de ropa y comida para homeless, tras finalizar su Proyecto de Fin de Máster en Irizar

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Borja Retana, a la derecha, en uno de los puestos de comida FOTO: Cedida
30/03/18 14:36 Servicio de Comunicación

Las universidades más innovadoras del mundo, además de incluir intercambios internacionales o actividades de voluntariado dentro del currículo de sus alumnos, costean a sus matriculados de primer grado estancias para "atender las necesidades de comunidades locales y participar en una variedad de actividades de enriquecimiento cultural", como recoge el Bridge Year Program de Princeton University. Con ello, buscan que "aprendan sobre las preocupaciones sociales relevantes en las comunidades anfitrionas a las que sirven", algo similar a lo que ha hecho el antiguo alumno Borja Retana, que ha colaborado durante dos meses y medio con las Misioneras de la Caridad, en Dublín (Irlanda), una vez concluido su Proyecto Fin de Máster en IRIZAR

“Tomé la decisión de irme a Irlanda para afianzar mis conocimientos de lengua inglesa y poder tener una experiencia laboral en el extranjero, antes de centrarme en el mercado nacional. Una vez allí, empecé a ayudar a las ‘sisters’ (Misioneras de la Caridad) a limpiar la casa, echar una mano en la cocina, recoger y ordenar los pallets de comida que llegaban en furgonetas, así como otro tipo de labores”, relata Retana. 

“Los miércoles, por ejemplo, montábamos puestos de comida y ropa que regalábamos a unas cuarenta familias necesitadas, mientras los domingos teníamos que organizar dos comedores para un total de setenta ‘homeless’ (sin techo). Luego, por las tardes, hacía el intensivo de inglés, de tres horas aproximadamente, hasta la hora de cenar de allí. Y, justo después, quien quería, solía rezar el rosario o leer un libro con las hermanas en su capilla. 

“Me sorprendió que son personas muy humildes y serviciales, siempre con una sonrisa en la cara, y estaban dispuestas a ayudar a cualquier persona necesitada en cualquier momento”, sostiene el antiguo alumno de Tecnun. “Generalmente, atendían a personas necesitadas y sin un techo donde dormir. En la casa vivían un máximo de nueve residentes durante tres meses, con el objetivo de encontrar un trabajo y adquirir una mejor organización en el día a día de sus vidas”, afirma Retana, que añade: “Para esas cosas también estábamos los voluntarios; para ofrecerles toda la ayuda posible a mejorar como personas”. 

Borja Retana junto a algunas Misioneras de la Caridad en Dublín

Y no sólo ayudaban a personas sin hogar, también a gente alcohólica o drogadicta, ofreciéndoles comida y una bebida caliente. Y para los casos de extrema necesidad, montaban alguna cama supletoria para que los más necesitados pasarán al menos una noche en la casa. 

Pero la estancia de Retana en Irlanda dio también para más. “Durante los tiempos libres solía visitar Dublín con amigos, incluso dos compañeros vinieron a visitarme desde España, con los que fui a visitar los acantilados de Moher (en la costa oeste de Irlanda), y Galway, una ciudad preciosa”, rememora Retana. Además, de las consiguientes clases de inglés, a este antiguo alumno de Tecnun también le quedó tiempo para ir a ver algún partido de rugby, ir al cine, leer en inglés y hacer un poco de deporte. “Pero en cuanto podíamos ayudar a lo necesitados, ayudábamos en todo lo posible”, concluye Retana.

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