Opinión
ARTÍCULOS PUBLICADOS EN MEDIOS DE COMUNICACIÓN
08/03/2023
Publicado en
El Correo
John Rincón |
Investigador de Tecnun-Escuela de Ingeniería
En los últimos años se ha reconocido la necesidad urgente de abordar el cambio climático y otros retos medioambientales y sociales, lo que ha hecho avanzar la agenda mundial en temas de sostenibilidad. Este avance ha implicado promover prácticas empresariales sostenibles, apoyar comunidades locales y facilitar la colaboración entre gobiernos, empresas y grupos de presión como ONGs. Gracias a ello, podemos observar incentivos y normativas que animan a las empresas a adoptar medidas, como reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero o implantar cadenas de suministro sostenibles.
Las emisiones más fuertes se producen en el ámbito de la industria, la agricultura y la electricidad, pero llevamos tiempo viendo que estos sectores son capaces de desarrollar soluciones y tecnologías innovadoras para reducir su impacto medioambiental, al tiempo que generan beneficios económicos.
En el sector eléctrico, las energías renovables no solo se han convertido en las fuentes de energía más seguras y limpias, sino que, en muchos casos, son más baratas de producir que las fuentes convencionales. Y en el caso de no lograr mitigar la emisiones en la generación, la colaboración entre distintos actores, como la empresa y la ciencia, han logrado impulsar tecnologías novedosas, como por ejemplo la captura y almacenamiento de carbono (CAC). Ésta tiene el potencial de reducir las emisiones de dióxido de carbono hasta en un 90%, lo que tendría un impacto significativo en la lucha contra el cambio climático. Esto significa que muchas industrias intensivas en la emisión de gases de efecto invernadero pueden dar un paso hacia la descarbonización mediante la financiación de estas tecnologías.
Un caso más convincente se ha dado con las ONGs, véase Oxfam y GreenPeace, que aportan valiosas ideas y perspectivas como resultado de un profundo conocimiento en áreas específicas, como lo es la conservación del medio ambiente o la justicia social. Pueden, por tanto, ayudar a movilizar el apoyo público a los objetivos de desarrollo sostenible y hacer que los gobiernos y las empresas rindan cuentas de sus acciones.
Todos estos esfuerzos colaborativos, orientados a tener una sociedad sostenible, buscan que el desarrollo económico no se produzca a expensas del medio ambiente o del bienestar social. Sin embargo, y a pesar de estas acciones mancomunadas, ningún país está en camino para limitar el calentamiento del planeta a 1,5 °C, que es la medida impuesta por los científicos para evitar la catástrofe climática. Por no hablar de la crisis energética que se viene viviendo en los últimos meses que muestra que el mundo sigue dependiendo de los combustibles fósiles en un 80%. Todo esto puede provocar un efecto cascada que traerá nefastas consecuencias en materia ambiental y social.
Sin lugar a dudas, el problema no es la falta de soluciones, sino la falta de voluntad de cambio real por parte de todos los actores del sistema socio-económico en el que vivimos. Si el sistema no cambia, las acciones y progresos alcanzados hasta el momento serán marginales en comparación con la magnitud del reto al que nos enfrentamos.
Se debe involucrar más activamente a todos los grupos de interés para que produzcan el cambio sistémico que acelere la transición hacia un modelo sostenible.
Hace unas semanas leí que los Emiratos Árabes Unidos habían declarado 2023 como el año de la sostenibilidad, además de ser los anfitriones de la 28 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28). Para algunos escépticos puede ser una acción poco creíble- es uno de los mayores productores de petróleo del mundo- pero que uno de los países involucrados en la raíz del problema resulte ser también el anfitrión, abre una puerta importante. Abre una puerta y lanza un mensaje sobre la necesidad de vincular a las partes que más emiten para fomentar la transparencia e incentivar acciones con impacto positivo hacia la sostenibilidad. Solo así se podrán promover prácticas sostenibles para proteger el medioambiente y crear comunidades prósperas ideales para vivir y trabajar.
Implicar a las empresas y países contaminantes en la transición puede ayudar a garantizar que la carga del cambio se reparta de forma justa y que las comunidades más vulnerables no se queden atrás. Así podremos garantizar que la transición hacia la sostenibilidad sea un esfuerzo global en el que todos trabajemos para alcanzar objetivos compartidos como la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero o la protección de la biodiversidad. No hay duda de que para abordar los problemas medioambientales se requiere cooperación y acción a escala mundial, lo que implica la participación acelerada de todas las partes. Así se podrá atacar las causas profundas de los problemas medioambientales y promover la responsabilidad y la innovación que garantice una transición justa y equitativa. Una colaboración entre gobiernos, empresas, ONGs y la sociedad civil puede crear un círculo virtuoso que beneficie para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible.